Este Viajero se fue hasta Andahuaylas
Este es un viaje complicado. Parte uno de Arequipa como a las 8 de la noche, y llega al Cusco 10 horas después. Al instante hay que coger maletas y preparar el viaje hacia Andahuaylas, que dura la enormidad de 12 horas pasando por Abancay y una serie de pequeños poblados, anexos y comunidades campesinas.
Tal vez el único motivo por el que cabría realizar este viaje de día es para poder observar los paisajes que en algunos momentos, especialmente en la última hora del viaje desde Abancay hasta Andahuaylas son sorprendentes. Las cadenas montañosas se superponen unas a otras y van poblando todo con un azul intenso que hace las cosas más apacibles.
Al llegar a las dos ciudades principales de este viaje podemos hacer ciertas comparaciones que bien podrían resultar complicadas, pero no por eso menos reales: mientras Abancay luce como una villa desordenada y poco moderna, Andahuaylas respira un aspecto de ciudad grande en sus avenidas principales y en los comercios y calles del centro.
(Claro, esta es una apreciación a primera vista que recién podré hacer más patente en los siguientes días, cuando dediquemos más esfuerzo a la ciudad de Andahuaylas, en la que habría que dedicar un buen rato a explorar las resonancias de la asonada de los Humala en la comisaría del lugar)
Luego de dar una vuelta por la ciudad, hay que tomar una combi o un colectivo hacia Pacucha, distrito distante unos 25 minutos, y donde, pese a las afirmaciones de las autoridades a nuestro equipo, no existe mucha comunicación. De hecho, ninguna de las firmas de celulares llega hasta aquí, cuando está tan cerca la ciudad de Andahuaylas, algo que llama la atención sin duda alguna.
Pacucha está a orillas de la laguna del mismo nombre, que hasta el momento solo he podido ver como una sombra en movimiento que refleja los cerros y construcciones aledañas. Los vecinos con los que he podido conversar hasta el momento me dicen que hay una playa en el lugar, cosa que deseo constatar, pues sería la tercera a tal altura que conozco en este país.
Por lo demás, éste es un pueblo pequeño y tranquilo –me dicen que a veces demasiado tranquilo- donde la gente desaparece de las calles antes de las 8 de la noche. El único alojamiento que he podido encontrar es el Mamá Fely, a tres largas cuadras desde la plaza principal y muy cerca de la orilla del lago. La habitación que me han dado es aparentemente cómoda, aunque todavía no he probado las camas.
Saludos.Tal vez el único motivo por el que cabría realizar este viaje de día es para poder observar los paisajes que en algunos momentos, especialmente en la última hora del viaje desde Abancay hasta Andahuaylas son sorprendentes. Las cadenas montañosas se superponen unas a otras y van poblando todo con un azul intenso que hace las cosas más apacibles.
Al llegar a las dos ciudades principales de este viaje podemos hacer ciertas comparaciones que bien podrían resultar complicadas, pero no por eso menos reales: mientras Abancay luce como una villa desordenada y poco moderna, Andahuaylas respira un aspecto de ciudad grande en sus avenidas principales y en los comercios y calles del centro.
(Claro, esta es una apreciación a primera vista que recién podré hacer más patente en los siguientes días, cuando dediquemos más esfuerzo a la ciudad de Andahuaylas, en la que habría que dedicar un buen rato a explorar las resonancias de la asonada de los Humala en la comisaría del lugar)
Luego de dar una vuelta por la ciudad, hay que tomar una combi o un colectivo hacia Pacucha, distrito distante unos 25 minutos, y donde, pese a las afirmaciones de las autoridades a nuestro equipo, no existe mucha comunicación. De hecho, ninguna de las firmas de celulares llega hasta aquí, cuando está tan cerca la ciudad de Andahuaylas, algo que llama la atención sin duda alguna.
Pacucha está a orillas de la laguna del mismo nombre, que hasta el momento solo he podido ver como una sombra en movimiento que refleja los cerros y construcciones aledañas. Los vecinos con los que he podido conversar hasta el momento me dicen que hay una playa en el lugar, cosa que deseo constatar, pues sería la tercera a tal altura que conozco en este país.
Por lo demás, éste es un pueblo pequeño y tranquilo –me dicen que a veces demasiado tranquilo- donde la gente desaparece de las calles antes de las 8 de la noche. El único alojamiento que he podido encontrar es el Mamá Fely, a tres largas cuadras desde la plaza principal y muy cerca de la orilla del lago. La habitación que me han dado es aparentemente cómoda, aunque todavía no he probado las camas.